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La cerveza mexicana: tocada por la gracia y la artesanía

elmercado.mx | México. Carlos Macías. Existen productos mexicanos que están tocados por la gracia. Uno pensaría que basta su sola existencia y, desde luego, cierto esmero en su creación y puesta en el mercado, para que la preferencia de los consumidores locales y foráneos los distinga.

Uno de esos productos es la cerveza. Industrial o artesanal. Sabemos que la producción cervecera en México data de la época novohispana. Pudo convivir, en un espacio marginal, con los estancos concedidos a otras bebidas espirituosas, como el pulque, el aguardiente de caña, los mezcales de agaves y los derivados de maíz y de tuna.

Hielo, cerveza y ferrocarriles

A pesar de su colonial origen aquí, damos por sentado que el proceso de fermentación de la cebada oscura con piloncillo, para ser empleada como bebida, era una práctica aún aislada en la ciudad de México a mediados del siglo XIX.

Incluso, aceptamos que algún comerciante alsaciano introdujo su fabricación profesionalizada y venta eventual en la metrópoli antes del porfiriato.

En este -como en otros procesos económicos en la historia de México- cierta historiografía económica comete el error de hablar de una ‘producción industrial’ (central) y de varias producciones artesanales de corte regional.

En realidad, fue a la inversa. La producción industrial ocurrió en las regiones periféricas, no en el centro del país.

El fomento de fábricas y de consumo de cerveza estuvo relacionado con los relativos periodos de auge económico local, particularmente cuando se construía infraestructura de caminos, en especial, los ferrocarriles.

La cerveza nació en aquellos estados de la República donde la temperatura en gran parte del año rebasa los cómodos parámetros para la vida cotidiana.

Por ello, no debe sorprender que haya nacido a la sombra o, mejor dicho, en forma gemela con los negocios asociados a las fábricas de hielo. Elemental.

Tres generaciones Tres

Existen tres generaciones de cerveza de alto consumo en México. Esto es, tres generaciones de producción y tradición cervecera en el México contemporáneo.

La primera

La primera generación transcurrió desde la década de 1880 hasta los primeros tres años del XX. Esa generación cervecera resultó perdurable. No provino de alguna influencia central.

Hoy en día, estamos seguros de que en varias regiones de la República Mexicana se podrían colocar argumentos sobre la mesa para demostrar qué marca cervecera nació primero y/o fue comercializada con relativa relevancia local.

Unos dirán que la negociación cervecera creada por don José María Ponce en Yucatán fue la primera. Que nació en 1886, y que fue un complemento de la fábrica de hielo y la cordelería de henequén. Dirán que la Gran Cervecería Yucateca que se formalizó en 1899, ya contaba con la marca insignia de Carta Clara, mucho antes que León Negra.

Otros dirán que en la década de 1880 en Hermosillo, podrían encontrarse anuncios de la Cervecería Sonorense, en el periódico Eco del Comercio de Guaymas, o en algún otro diario, al lado de la publicidad de la fábrica de hielo.

Algunos más, subrayarán la importancia de la Cervecería del Pacífico, en Mazatlán, argumentando que ya al iniciar el siglo XX producía la bebida de su género más demandada en todo el noroeste del país.

Los tapatios dirán que la Cervecería Estrella inspiró a muchas marcas regionales (incluidas los del noroeste) desde finales del siglo XIX.

Lo cierto es que los regiomontanos han impuesto la historia oficial como precursores de la industrialización cervecera, con la creación de la Cervecería Cuauhtémoc en 1891, por las familias Garza, Muguerza y Sada, y la asistencia profesional del cervecero Joseph Schnaider, traído de Missouri.

Imagen: Heineken México.

Esa historia oficial se reforzaría sin más, con la fusión entre Cuauhtémoc y Moctezuma de hace algunas décadas. Nada menos porque la Moctezuma atesoraba un pasado veracruzano similar. Es decir, se trataba de una cervecería de Orizaba, también precursora: creada en 1894, por Guillermo Haase, aunque dos años después adquiriera el nombre de Moctezuma.

Segunda generación

La segunda generación corresponde a la progresiva reconversión de la cervecería mexicana. Digámoslo más propiamente, corresponde al sacrificio y desaparición de la cervecería mexicana de la primera generación, en aras de su proyección internacional.

La segunda generación está compuesta por las mayores marcas tradicionales, industriales, mexicanas en manos de productores y distribuidores globales. Las marcas casi centenarias conocidas: de Monterrey, de Mérida, de Orizaba, de Mazatlán, de Guadalajara, de Toluca…, de Tecate.

En el 2010 Fomento Económico Mexicano, S. A. (FEMSA, propietaria por entonces de Cuauhtémoc-Moctezuma) decidió vender su división cerveza: XX, Sol y Tecate, entre otras. A cambio, se quedó con más del 20% de las operaciones de la holandesa Heineken. (Véase nuestra nota anterior).

Habrá que aceptar que esa condición asociada, ha abierto las puertas a FEMSA en países como Brasil (donde reina la competidora global belga-carioca Anheuser-Busch InBev, con su Budweiser).

Y es justo la belga-carioca Anheuser-Busch InBev la que adquirió en el 2013 la Cervecería Modelo, con todas sus marcas regionales de la primera generación, que maduran en la segunda con la oleada global: Victoria, Corona, Modelo, Pacífico, la tapatia (Estrella), las yucatecas (Montejo y León Negra) y la mazatleca (Pacífico).

Fuente: “Cerveza artesanal, una experiencia multisensorial”, Deloitte, 2017.

Y a esto queremos llegar: la segunda generación cervecera ya no es del todo mexicana, aunque conserve sus marcas centenarias.

Tercera generación

Esta generación está constituida por nuevas iniciativas, pequeñas empresas. Coincide, por un lado, con el impulso de la fermentación alta (tipo ale) en negociaciones emergentes y, por otro, con la internacionalización de las cervezas mexicanas.

Es decir, década de 1990. Coincide sobre todo con el coqueteo Labatt Brewing Company hacia FEMSA y Modelo de México. De ese coqueteo resultó de la compra del 22% de FEMSA por parte de Labatt; pero también de la adquisición de un porcentaje significativo de Modelo de México (por parte de la misma Labatt).

La colisión de intereses entre Labatt y su asociada de entonces Interbrew (que colocaba en el mismo saco y metía en aprietos a dos competidores natos en México), llevó a FEMSA a recuperar (recomprar) el porcentaje que le había cedido a Labatt. Es el punto de partida de la venta (asociación) de las marcas centenarias mexicanas, respectivamente, con las dos mayores empresas globales.

Nos parece que la cerveza artesanal es fruto del espacio cautivo que dejaron las marcas centenarias en el mercado mexicano, pues coincide en tiempo con su reconversión.

Pero el mayor detonador de la cerveza artesanal ocurrió en el 2010, cuando a respuesta de una solicitud invocada por las pequeñas casas productoras ante la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) canceló lo que fue una larga etapa de consabida exclusividad de las marcas dominantes en comercios minoristas.

Con todo, no debiéramos pensar que es el carácter artesanal lo que define a esta tercera generación de la cerveza mexicana. Se percibe incluso cierta consolidación entre las artesanales que van destacando y las globales, que también quieren ingresar a ese nicho revalorado.

Imagen: Cerveza Minerva.

Como ejemplo de ello vemos que AB InBev adquirió, entre el 2015 y el 2017, seis marcas artesanales de Baja California: Cucapá, Bocanegra, Mexicali, Día de muertos Tijuana y Bufadora.

Asociación Cervecera de la República Mexicana

Los productores de cerveza independientes se organizaron en la ACERMEX desde el 2008. En la actualidad reúne a 88 productores regionales, defiende los intereses de los “micro cerveceros”. Están en casi toda la república: Minerva, Ceiba, Patito, entre otras.

Crear lo que ellos llaman un “piso parejo” para la competencia comercial no ha sido fácil. Las prácticas del ayer cuesta trabajo corregirlas. Apenas en diciembre pasado, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) multó a Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma (CCM) con 11.78 millones de pesos “por incumplir compromisos antimonopólicos”.

Sin embargo, la cerveza artesanal muestra un comparativo de ventas ascendente.

De acuerdo con una encuesta patrocinada por Deloitte en el 2017, la cerveza artesanal cuenta con un 14% de preferencias de la gente (ante el 53% de la cerveza industrial). Las ventas de la cerveza artesanal han promediado más del 60% de crecimiento anual (59% en el 2017).

Si a futuro las dos empresas globales que dominan el espectro de marcas tradicionales mexicanas desearán no perder cuota de mercado, no parece que la estrategia más inteligente sea sumar vía adquisición orgánica.

En todo caso, una estrategia de colaboración sustentable quizá pueda consistir en caminar asociados (paridad), sin rebasar el límite aceptable, con marcas y tradiciones locales emergentes. Porque, finalmente, ahí es donde habrá de permanecer la invariable fidelidad de los consumidores.

En suma, no sería de extrañar que a la cerveza artesanal (la tercera generación de la cerveza mexicana) le espere un nuevo auge.

 

Fuentes: Con información de COFECE, ACERMEX, Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, Grupo Modelo, “Cerveza artesanal, una experiencia multisensorial”, Deloitte, 2017, Forbes México.

Portada: Cerveza de Yucatán, Patito.